jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Libros "malos" o "buenos"?

La literatura fantástica nació en la antigüedad como una forma de explicar sus dioses y los sucesos que rodeaban sus vidas, de eso no hay dudas. No por algo existen aquellos grandes clásicos como “La Ilíada” o “La Odisea”. La religión estaba tan entremezclada con la fantasía que a veces se confundía uno con el otro. ¿Por qué, entonces, hoy en día cuesta tanto poner ambas ideas en la misma frase? Para ejemplificar esto, se puede recordar el conflicto casi eterno sobre Harry Potter o El Señor de los Anillos. La respuesta, para así llamarla, puede remontarse a varios siglos detrás. Guste o no, cuando la Iglesia católica obtuvo su poder, también lo tuvo sobre lo que se escribía. Eran quienes controlaban los escritos, lo único que podía aparecer en las hojas eran las palabras de la Biblia. Y pobre del que quisiera escribir otra cosa. Luego, llegó la famosa caza de brujas. Los funcionarios encargados de atrapar a estas “brujas” se encargaron de divulgar una imagen de brujas que llenó de miedo la mente de los pobres pobladores. Se encargaron, también, de que cualquier cosa de otras religiones que se alejara de lo que se considerara normal fuera llamado “diabólico”. Tal como escribió George Orwell, “Ignorancia es fuerza”. Por supuesto, las ideas fueron pasando de generación a generación, y muchas de las ideas se mantienen hoy en día. Muchos siguen considerando diabólico cualquier cosa que tenga que ver con las brujas, con los magos, con los dragones, vampiros, etc. Pareciera que se olvidan del detalle que las historias de niños, aquellas que nos leyeron más de una vez cuando éramos pequeños, también tienen detalles fantásticos. ¿O nos vamos a olvidar de “Blancanieves y los siete enanitos”, “Cenicienta”, entre otros? Un periodista evangélico, Richard Abbanes, dijo en una ocasión: “una de las maneras más sencillas de saber si un libro o una película de fantasía contiene magia del mundo real en ellos es preguntar una simple cosa: “¿Puede mi hijo encontrar información en una biblioteca o librería que le permitirá replicar lo que está viendo en el libro o la película?”. Con todo respeto, ni los niños ni los jóvenes son tontos. Dudo que alguno de ellos salga a la calle buscando La Comarca, elfos o toma una escoba esperando volar. Por supuesto, los chicos tienen una gran imaginación y tienden a ser más crédulos, pero es en esos momentos cuando tienen que intervenir los padres. El tema está en saber diferenciar la realidad de la ficción. Saber comprender lo que hay del elemento fantástico de los libros, porque muchas de esas historias esconden valores que son interesantes para leer. Y otro detalle olvidado: la fantasía entretiene. Está en aquel pequeño rasgo inherente de todas las personas, la racionalidad, lo que nos indica cuándo algo real pasa a ser irreal. Por que es, justamente, cuando superponemos la creencia sobre la racionalidad que las cosas se complican.

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